Blanco sobre Blanco.
Kasimir Malevich
Fecha de realización
1918
Material
Óleo sobre lienzo
Dimensiones
79.4 cm x 79.4 cm
Estilo
Suprematismo
Ubicación
MoMA, Nueva York
La obra "Blanco sobre blanco" de Kasimir Malevich es de un cuadrado blanco dentro de otro cuadrado blanco; no tiene referencia alguna al mundo real. Es considerada una de las obras fundamentales del arte moderno, con la cual el pintor abrió el horizonte de la abstracción plástica. Los principales elementos de esta pintura son el color, la forma, y la relación entre ellos. Es un cuadro construido intelectualmente a partir de la geometría.
Malevich, creador del Suprematismo, un estilo de pintura que buscaba la pureza artística a través de la forma, pintó de esta manera menos de cinco años, y para él esta obra representó el momento culminante en su búsqueda filosófica de un mundo espiritual. Después de este cuadro, que realizó en 1918, se dio cuenta de que no podía llevar más allá este estilo de pintura, y volvió a la figuración. Sin embargo, sus planteamientos influenciaron los diseños industrial y gráfico y el estilo internacional de la arquitectura moderna.
Museo de Arte Carrillo Gil
Manuel Felguerez, Pinturas .
En Zacatecas se encuentra el único museo en arte abstracto que existe en Latinoamérica, se trata del Manuel Felguérez, fundado como un homenaje en vida a este artista plástico zacatecano, miembro de la “Generación de la Ruptura”.
Manuel Felguérez, Obra reciente 2009-2012, exposición en la Galería López Quiroga, del 4 de febrero al 10 de marzo de 2012.
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Ya en 1968 el crítico y escritor Juan García Ponce escribió: “La obra de Manuel Felguérez cubre ya un vasto espacio en la realidad plástica mexicana.” A principios de 2012 la afirmación no sólo resulta contundente por la enorme área creativa cubierta por el artista plástico zacatecano (nacido en 1928) sino también por la variedad de campos cubiertos desde el principio de su carrera (su primera exposición se ofreció en 1958) mediante un talentoso ejercicio de búsqueda y logros inmediatos, de aventuras visuales y conceptuales, y a través de las sorprendentes vetas de madurez y seguridad que siempre lo han caracterizado: pintura, escultura, escenografía, instalación, muralismo, juguetería, paisaje, arte-objeto, museografía; la
Puerta 1808 y la
Fuente del Bicentenario, ambas obrasdel artista,se agregaron al conjunto de monumentos que le dan carácter y originalidad a la Ciudad de México. En realidad los talentos de Felguérez no han hallado obstáculos ni límites y el Museo de Arte Abstracto que en la ciudad de Zacatecas lleva su nombre ha acogido, también, al mismo tiempo, las obras de los miembros de la brillante generación, la de Felguérez, que hizo explotar las fronteras que ceñían al arte mexicano mediante un reiterativo mexicanismo y bajo una tutela artificiosa de cierto nacionalismo impuesto por “los grandes”. Felguérez ha sido siempre un ávido perseguidor de las formas y también de las ideas. Y siempre las ha expuesto en sus obras con plena autenticidad.
Tal vez las circunstancias estéticas e históricas (siempre “puntos de fuga biográficos” para todo gran creador) que le tocó vivir a Felguérez lo llevaron a penetrar deliberada y a veces obsesivamente, siempre por etapas, en variados y múltiples caminos expresivos y en la utilización y manipulación de materiales que lo convirtieron en un artista inquieto, indagador, pero a la vez en creador cauto, prudente, maduro: curioso, ardiente, racional explorador. Ha vivido una época en que sobreviven aquellos “que saben lo que hacen”, una época que nos obliga ahora a hacer coincidir la prolongada, enorme revolución tecnológica con una nueva revolución del conocimiento. Sabemos “manejar” los aparatos, las máquinas, los instrumentos y enseres (detentadores de los “más eficientes” procedimientos) pero no sabemos para qué.
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También en 1968 García Ponce descubría que en su obra Felguérez ya gustaba de romper “equilibrios geométricos” para posteriormente desenvolverse mediante un solo color, digamos un “color exclusivo”, como el blanco, que lo llevaba a dominar planos, superficies y líneas mediante la aplicación de los demás colores y materiales. Esta habilidad pudo comprobarse fehacientemente en sus nítidas, limpias “esculturas geométricas” en que la lisura de los planos se obtenía, se conquistaba mediante una combinación de colores parejamente estudiados y “trabajados”, a la vez expuestos en materiales y espacios. Hábil y cauto inventor de y jugador con
formas, Felguérez forjó, combinó a la perfección sus personales geometrías dentro de las variadas combinaciones de sus murales y esculturas: el espectador tiene por obligación, todavía hoy en día, que recorrer las inacabadas jornadas de
formas que, sin darse cuenta, él mismo va “ordenando” en su mente, en su “viaje”, en su visualización. En 1979 Fernando Gamboa destacaba acera de las obras de Felguérez: “la muchas veces suave y profunda melodía de los colores… las superficies siempre imaginarias y los espacios que se abren, dando profundidad…, la pintura lisa en partes que alterna en otras con (la) gran riqueza matérica que las hace vibrar…”
Precursor de la incorporación de la máquina y de la búsqueda racional y calculada de las combinaciones pictóricas creativas (muy buen observador del universo, ese mecanismo…), desde los setenta Felguérez ha dejado un legado sorprendente en sus búsquedas “racionales”, en sus “maquinaciones” y cálculos, en los juegos de sus multiplicadas obras aleatorias, de su racional destape de la libertad. En 1977 Rita Eder hacía notar que “Felguérez no acepta en su totalidad la respuesta de la computadora… el color no estará sujeto a programación… intenta, a través de su intervención en la modificación de los diseños y en la aplicación subjetiva del color, resguardar la importancia del artista sin cuya intervención la máquina no logrará estetizarse…”
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Estos caminos de Felguérez, con etapas de racionalidad casi aséptica y etapas de considerable rompimiento “orgánico”, podemos contemplarlos repetida y alternadamente en todos sus cuadros pero resultan notables en estos definitivos cuadros de su obra reciente. Se hacen presente a la manera de los vericuetos del gran jugador, del apostador en libertad que acaba por convertirse, en el acto creativo, en el confiado manipulador. Se manifiestan como si al establecimiento de reglas precisas para aplicar colores y formas, planos y líneas, círculos, estrías y sombras, pequeños o grandes artefactos de la racionalidad, le siguieran siempre la intervención expedita y voluntaria de hilos e insectos, desligamientos, sutiles simulaciones de cordilleras o lagos, anillos de papel y minúsculas montañas rugosas, trastornos y protuberancias de miembros y de alas; osamentas y monumentos atravesados por un río; ritmos de una explosión; viajes de elementos a la intemperie que caen en cada cuadro y que, sin embargo, se han dejado en libertad para equilibrar los detalles: síntesis de maniobras de la mano y de los ojos del pintor que al fin alcanzan esas dimensiones cambiantes, esos paisajes ¿ideales? (Felguérez manipula espacios con el color, rugosidades con sólo el color), esas destrezas del gran artista que desembocan siempre, se significan siempre en un auténtico equilibrio que es, a la larga, la grandeza, la trascendencia y la perennidad misma de la pintura abstracta.
Los veinte óleos que ahora ofrece Felguérez en esta exposición en la Galería López Quiroga (todos, excepto uno, nombrados
Sin título) conducen al espectador a un mundo firme, regulado por una (realidad) creatividad que (se) va mostrando dentro de cada cuadro no por la mera intervención de los movimientos de la mano y tras de las “incrustaciones” de miradas y seguimientos, brochazos, corrimientos líquidos dentro de él sino porque en cada uno domina una vasta, sólida, atrayente composición básica, imaginada y, sin embargo, aun no “medida” de antemano sino realizada como una propuesta interior que da pie a los fogonazos, a las minúsculas bifurcaciones entre planos y líneas que el contexto de la tela convierte siempre en “líneas de acción”, formas siempre móviles y sugerentes. Sólo en algunos cuadros Felguérez impone ciertos “márgenes”, muros de contención o “parámetros” que van indicándonos esa imagen “primitiva”, ese orden interior que conduce, desde la mente del pintor, al desenvolvimiento de un mundo que pugna siempre por no permanecer oculto ni críptico sino que produce escudos, vaporizaciones, encuentros y entremezclas de dos o más colores del mismo “tono” o familia. Los colores y sus untadas y “querellas” se conducen con tanto, digamos, ritmo y buena conducta que van apareciendo máscaras, simbólicas aves petrificadas, muros, paisajes, lava, volúmenes pertrechados de (en) líneas, hilos que se unen (jamás se fugan), minúsculos pedruscos, manchas que aun en sus combinaciones, contrastes y minúsculas luchas intestinas se mantienen fieles a esa imaginada composición básica, soñada o forjada en la mente del pintor; de antemano, paisajes, tal vez observados durante las jornadas de Felguérez, tal vez imaginados antes de nacer, el pintor ante la tela, antes de comenzar la faena, mente en blanco, o sus singulares querellas y amoríos a lo largo de más de cincuenta años, con las sucesivas formas de todas sus creaciones.
Rafael Lozano Hemmer.
Alzado Vectorial de Rafael Lozano Hemmer
MAISON CORREE.
Roman Temple Dedicated to galius Caesar and Lucius.
Estas son algunas construcciones que siguen conservando de una manera excepcional las columnas griegas, aunque se le hacen algunas modificaciones.
Palacio Estatal de Virginia.
Sus columnas son talladas en piedra, en 1781, 1782, Thomas Jefferson va a luchar por la independencia de Norteamérica apoyada por Francia, Jefferson, diseña un palacio municipal en Virginia, para el cual se la da un uso de oficina, los norteamericanos adoptan la arquitectura Europea continental, mientras tanto en México Tolsa diseñaba la construcción del palacio de minería, donde se acuñaban la plata.
Palacio de Minería.
Fue diseñado y construido entre 1797 y 1813 por el escultor y arquitecto español valenciano Manuel Tolsá, como sede del Real Seminario de Minería y Real Tribunal de Minería y a petición de su director, el conocido minerólogo Fausto Delhuyar. Posteriormente albergó a otras instituciones como la Universidad Nacional, la Escuela de Ingenieros, el Colegio de Minas y el Instituto de Física de la Universidad Nacional Autónoma de México. En la actualidad es un museo que pertenece a la Facultad de Ingeniería de la UNAM. Se ubica en la calle de Tacuba frente a la Plaza Manuel Tolsá y frente a la estatua ecuestre de (Carlos IV de España) esculpida también por Tolsá.
Museo Nacional de San Carlos.
El Museo Nacional de San Carlos, ocupa el Palacio del Conde de Buena Vista. Este magnifico edificio es atribuido al arquitecto y escultor Manuel Tolsá, quien llega a México en 1791 comisionado por su majestad Rey de España Carlos IV, para dirigir la cátedra de escultura en la prestigiosa Academia de San Carlos donde se formaban arquitectos y artistas de la Nueva España.
Academy of Architecture in Berlin,